Sostenibilidad

El uso de los términos refleja la evolución del pensamiento. El “medio ambiente” sustituyó a la “naturaleza” o la “ecología”, y en los últimos años la “sostenibilidad”, el “desarrollo sostenible” (o la sustentabilidad, en un innecesario préstamo anglosajón) priman en esta carrera de administraciones, empresas, partidos y colectivos por ser, estar, querer ser, querer estar o querer ser vistos a la vanguardia en el compromiso por el respeto y el equilibrio con los recursos presentes y futuros del entorno.

El término “desarrollo sostenible”, sin embargo, no nació ayer. El año que viene será ya un treintañero: en 1987, Naciones Unidas aprobó el llamado informe Brundtland, que analizaba el coste medioambiental de los avances sociales y económicos. Se considera que ese informe es el que utilizó por primera vez el término desarrollo sostenible.

Se habla de sostenibilidad como la suma de tres factores: la sostenibilidad ambiental, social y económica han de formar tres aproximaciones a una misma realidad: la de garantizar la viabilidad de una iniciativa con una huella o impacto asumible por el medio: es decir, una afección menor que la capacidad de recuperación natural, viable desde el punto de vista económico y con los mecanismos de diálogo y consenso necesarios con los públicos. ¿Con qué públicos? Con todos: en este mundo interconectado, ya no hay públicos propios y ajenos, ni principales y secundarios.

La sostenibilidad es un ideal de desarrollo basado en el respeto para satisfacer necesidades actuales sin comprometer las futuras. Debe partir de la convicción, de una voluntad real por ser y hacer: no solo de estropear lo mínimo posible, sino de mejorar.