En el contexto actual de crispación social, la comunicación política está derivando en nuevas formas. Esto se ve, sobre todo, si pensamos en la comunicación política para las generaciones más jóvenes.
Si hace un tiempo se buscaba dar a conocer las propuestas de partidos y candidatos, ahora se busca la viralidad. Se habla de un nivel bajo en el Congreso pero, ¿realmente están los políticos poco capacitados para debatir o simplemente estamos ante estrategias de comunicación?
Tras las tramas de corrupción que hemos vivido en los últimos años, la crisis de 2008, la entrada en el Congreso de nuevos partidos políticos y la actual crisis económica y sanitaria por la Covid-19, la crispación social ha crecido a niveles muy altos. Esta crispación también se refleja en el incremento de los delitos de odio.
Si nos fijamos en el Barómetro de GAD3 para NIUS del pasado mes de septiembre podemos ver que:
- El 84,5% de los encuestados asegura que los políticos tienen mucha responsabilidad en la crispación social.
- El 80,7% cree que Internet y las redes sociales también incrementan la crispación.
Trasladando esto a la comunicación política para las nuevas generaciones, podemos entender los resultados.
Comunicación política e Internet
Internet es un medio en el que prima la comunicación líquida. Lo que ahora es noticia, mañana es historia. Tenemos tanto acceso a la información que estamos infoxicados.
Sufrimos un exceso de información que deriva en que solo leemos los titulares y no dedicamos el tiempo suficiente a comprender qué es lo que está pasando y, lo más importante: por qué está pasando.
Los políticos saben esto. Saben que para tener presencia y aumentar su notoriedad tienen que captar nuestra atención. Por eso buscan conseguirlo a toda costa.
Acostumbrado al uso de medios tradicionales para llegar a su audiencia, el mundo político ha tenido que cambiar sus estrategias comunicativas para atraer a las nuevas generaciones. Unas nuevas generaciones que apenas consumen medios tradicionales y que están acostumbradas a informarse mediante vídeos cortos, muy cortos. Lo que llega a las nuevas generaciones es lo viral, lo rápido de consumir y lo que les causa emociones. Esas emociones pueden ser desde risa hasta indignación, pero lo importante es que despiertan sentimientos, que nos mueven.
Una política que ha comprendido muy bien esto y que lo ha implementado en su comunicación es Isabel Díaz Ayuso. Ayuso es vista como una política fresca, sin filtros y directa, tres de las características que atraen a las generaciones más jóvenes.
Con declaraciones sorprendentes sabe estar en boca de todos y convertirse en una líder con presencia, tanta o más como el propio dirigente de su partido a nivel nacional. Todos hemos escuchado afirmaciones como que en Madrid no te encuentras a tu ex por la calle o la importancia que tienen las cañas. Se puede estar más de acuerdo o menos con ellas, pero es innegable su repercusión.
Del storytelling al storydoing
Pensar la comunicación política para las generaciones más jóvenes es pensar en cómo son y qué necesitan. Pensar en su crispación, en su desilusión ante las crisis, en su modo de consumir la información… y, sobre todo, en la necesidad de pasar del storytelling al storydoing.
Nos encontramos en un momento social en el que ya estamos cansados de escuchar historias. El storytelling sigue siendo importante, por supuesto, pero se empieza a quedar corto. Ya no solo basta con contar: ahora hay que vivir.
El storydoing es la evolución del storytelling. Más que contar una historia, el storydoing busca implicar al público, proponerle vivir una experiencia. Esto se aplica desde la comunicación empresarial hasta la política o institucional. Hacer comunicación política para las generaciones más jóvenes es brindarles experiencias. Es hacerles partícipes de un proceso, que nos sientan cercanos y que se sientan involucrados. Formar parte de algo es la mejor manera de generar seguidores fieles.
Además de vivir o crear esas historias, se trata ante todo de demostrar, con hechos, que lo que haces es coherente con los que dices. Que una acción vale más que mil palabras. Esa coherencia es la que da credibilidad, a fin de cuentas.
Viendo esto con un ejemplo reciente del ámbito cultural, hace unas semanas Madrid vivió una yincana en la que la población debía buscar unos lingotes de oro escondidos por la capital, en una acción publicitaria ligada a La Casa de Papel y Movistar+.
A pesar de parecer un ejemplo lejano, tiene gran aplicación en la política: se trata de crear historias en vez de narrarlas. Es dejar que la gente juegue un papel importante en ellas y es fidelizar. Algo que tienen que hacer los políticos si quieren orientar su comunicación a las generaciones más jóvenes.
Los tiempos están cambiando, cada día más. Lo fresco, viral y rápido de consumir es lo que triunfa en Internet, y ese es el medio que triunfa, a su vez, entre los nuevos públicos. Las generaciones jóvenes de hoy son las que van a votar mañana.
Por eso es tan importante saber a quién nos estamos dirigiendo y convertir su crispación en un motor hacia la acción. Por eso es tan importante pensar la comunicación política para esas generaciones más jóvenes. Y por eso la comunicación política actual no se puede calificar simplemente como de perfil bajo, sino como de perfil claramente estratégico.